Superficial o profundo
Pienso que la primera mirada para todo en la vida corre el riesgo de ser superficial. Por ser rápida, difusa y, a veces, afectada por opiniones preconcebidas, no vemos lo que necesita verse. Pero, cuando nos acercamos, vivimos juntos y tenemos tiempo para fijarnos en los detalles, para notar los defectos y cualidades, ahí todo empieza a tener un significado diferente para nosotros.
Este es el gran contraste entre mirar y ver.
Entonces, la mayoría de las percepciones que tenemos sobre Dios, sobre la vida, sobre las personas, sobre las virtudes o situaciones, pueden no pasar de vagas concepciones, de quienes ni siquiera han arañado la superficie del entendimiento real.
Por eso, vemos prácticas devocionales de fe, matrimonios, amistades, literatura, música, periodismo y una infinidad de trabajos poco profundos y de calidad insuficiente.
Para conocer algo de verdad, necesitamos profundizar, meditar, observar, invertir tiempo, gastarnos y dejarnos gastar por lo que pretendemos entender mejor.
Sin embargo, ¿Cómo hacer esto en un mundo que aclama las distracciones y el desperdicio del tiempo?, ¿verdad?
Nuestro «medio ambiente», hoy, es extremadamente superficial y vano. Quien siga este curso será un constante inmaduro y estará equivocado, por vivir al margen del verdadero conocimiento.
Quien no renuncie a las múltiples distracciones y no haga renuncias estará condenado a la superficialidad teniendo un océano profundo para sumergirse y conocer. Comenzando, claro, con el mayor de todos los conocimientos: DIOS.
«… mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor» (Jeremías 9:24).
Núbia Siqueira
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