"Mi mundo era mi madre, no era Dios, y cuando ella partió no había quién me consuele…" Daiana Chávez
“Yo prácticamente crecí en la iglesia, pero hace dos años atrás pasé la lucha más grande, mi mamá fue diagnosticada con cáncer, seguimos todos los procedimientos médicos y también usamos la fe, después de seis meses las quimioterapias no hicieron efecto, el cáncer avanzó más y mi mamá falleció. En ese momento mi mundo se derrumbó, no entendía por qué Dios no curó a mi mamá, yo caí en la depresión, no dormía por las noches, lloraba siempre. Yo estudié medicina gracias al sacrificio de ella y mi sueño era entregarle mi titulo de profesional, pero ese día solo sentí tristeza. Mi papá también sufrió mucho por la partida de mi madre, cayó en depresión y comenzó a involucrarse en los vicios del alcohol y el cigarrillo, no aguantó estar en la casa y nos dejó. Yo como hermana mayor quedé responsable de mi hermana menor, no me sentía preparada para eso y el dolor en mi interior aumentó. Quise llenarlo con cosas sencillas, primero con piercings, luego tatuaje tras tatuaje, caí en un circulo vicioso, y el proceso de cicatrización hacia que yo me olvide temporalmente de dolor interno que tenía.
Después me sentí frustrada porque por todos estos problemas yo no avancé profesionalmente, me quedé estancada. Pero el momento que me hizo reaccionar fue cuando descubrí que mi hermana menor había intentado el suicidio…
Me di cuenta que necesitaba usar la fe, que no servía de nada asistir a la iglesia y no poner de mi parte, yo solo participaba de las reuniones para reprocharle a Dios porqué se había llevado a mi madre, pero no me entregaba a Él porque en realidad no lo conocía. Decidí dejar a un lado mi orgullo, reconocí que necesitaba ayuda, me bauticé en las aguas y comencé a buscar a Dios, yo había escuchado hablar del Espíritu Santo toda mi vida, incluso creía tenerlo; mi mundo era mi madre, no era Dios, y cuando ella partió no había quién me consuele… Reconocí que necesitaba del Espíritu Santo para que mi vida cambie de verdad.
Cuando lo recibí, toda la tristeza y la depresión que yo tenía desapareció, mi carácter y mi forma de pensar cambiaron. Cuando me preguntan por mi mamá, ya no siento esa depresión, mi familia también cambió, mi papá regresó a la casa, con mi hermana nos llevamos mucho mejor. Actualmente ejerzo mi carrera, soy medico general y cuando atiendo a mis pacientes en mi consultorio, yo sé lo que el paciente siente, pues lo veo como un alma que necesita de Dios.
Hoy entiendo que todo lo que pasé fueron los planes de Dios y que Él lo permitió para que yo lo conozca de verdad. Hoy no soy la misma de hace dos años atrás, hoy soy verdaderamente feliz. Si usted se encuentra en depresión por la perdida de un familiar y no sabe qué hacer, la solución es buscar a Dios.” Dra. Daiana Chavez.
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