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Sé una Fuente de Vida Eterna


Muchas personas no quieren ser fuente de vida, no quieren dar, solo quieren recibir y piensan cómo van a sacar provecho de los demás. Pero aquellas que son de Dios, que tienen el Espíritu Santo, están listas para perdonar y dar la otra mejilla, para caminar la segunda milla y orar por los que los persiguen. Eso ciertamente contradice al mundo, puesto que vivimos en una sociedad egocéntrica. El hecho es que la persona que recibe el Espíritu Santo se convierte en una fuente, conforme a lo que está escrito en Juan 4:14: «mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.». La fuente de Jacob, por ejemplo, existe hasta hoy, aun después de miles de años, y lo mejor es que ella da lo que viene de Dios. La fuente fluye para los buenos, para los malos, para todas las personas que allí pasan, para asesinos, bandidos, buenos y malos. Y eso es lo que tiene que suceder con aquellos que son sellados con el Espíritu Santo. Aquel que tiene el Espíritu de Dios, siempre quiere dar, ayudar y extender la mano. Sin embargo, la persona que Lo desea, pero todavía no Lo recibió es porque quiere tener más de Dios para sí misma. Necesitas desear el Espíritu Santo para servirlo, ganar almas y hacer el papel que Jesús hizo aquí. Necesitas ser la fuente de la que brota el agua de la vida y dar lo que de gracia recibiste. Independientemente de que las personas sean injustas o perversas, la función de aquellas que dicen que son de Dios es dar, ayudar y bendecir la vida de los demás. ¿Cómo orientas tu vida? ¿Solo quieres recibir o también quieres dar? Si siempre estás mirando para ti mismo y dándote más importancia, será difícil que recibas la Presencia de Dios. Acuérdate que amar a Dios sobre todas las cosas es dar y el hecho de amar al prójimo también es considerado un gesto de dar.

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