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Los justos son llevados antes del mal


La Biblia dice: «El justo perece, y no hay quien se preocupe; los hombres piadosos son arrebatados, sin que nadie comprenda que ante el mal es arrebatado el justo, y entra en la paz. Descansan en sus lechos, los que andan en su camino recto.» (Isaías 57:1-2). Con base en este pasaje, comprendemos que cuando una persona justa es llevada prematuramente, nosotros nos consolamos y tenemos palabras para consolar a las personas que hacen parte de su familia. Esto porque aquel que murió en Cristo es promovido para la gloria, está en paz y se dirige a los brazos de Dios. Sin embargo, para los seres queridos de aquel que no vivió con Cristo y no creyó, no hay cómo expresar palabras de consuelo. El alma no tiene color, sexo o edad y cuando mueres, tu alma, al ser justa, pasa para la eternidad. No hay nada en este mundo que se compare al valor de un alma y ella es tan preciosa para Dios que antes de que la persona envejezca y tenga la oportunidad de perderse, Él se la lleva. Hay quien ha pecado toda su vida, pero si en el último segundo se arrepiente y le entrega su vida a Jesús, el alma de esa persona es salvada por él. El ladrón en la cruz, por ejemplo, pasó su vida entera blasfemando contra el Creador, pero él sabía que el Señor Jesús no era igual a él. Entonces, en el último instante de vida, clamó a Jesús y obtuvo la salvación de su alma. No obstante, las personas no deben dejar el arrepentimiento solamente para la última hora, porque corre el riesgo de no tener la oportunidad de manifestar esa fe, como en el caso de las personas que mueren en terremotos, accidentes, tsunamis, incendios y hasta durmiendo. Ellas no tienen oportunidad de entregarse a Dios. Así que, si has perdido un ser querido, no te desesperes. Cuida tu alma y no dejes tu entrega para el último segundo de tu vida, porque puede ser demasiado tarde.

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