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Lo que tus ojos dicen es lo que no ves

Cómodas con su punto de vista, pero envenenadas por sus suposiciones, muchas mujeres toleran los malos ojos

El espejo acostumbra atraer las miradas de las mujeres y por medio de él ellas se fijan en todo y también en los detalles, en lo que está bien y en lo que no lo está. Con él se detecta un bad hair day (un día en que el cabello no queda como una quiere. ¿Quién nunca pasó por eso?), o si el décimo intento de hacerse un delineado perfecto en los ojos fue, al fin, exitoso. Tanto en relación con las cosas bobas, pequeñas e insignificantes como aquellas que requieren mucho de nuestra atención, el hecho es que muchos pensamientos –de los más ingenuos a los más perversos – comienzan por nuestros ojos. Ellos ayudan a la mujer a formar varias opiniones que, muchas veces, son puestas en un pedestal como verdades absolutas, pero, en realidad, están impregnadas de sentimientos. Así, los llamados «malos ojos» pueden ser un accesorio para muchas mujeres, sin que eso sea visto como algo problemático. Inclusive, los «malos ojos» se pueden comparar con el «veneno» del que muchas mujeres, silenciosamente, encubren en su interior. ¿Buenos o malos? En una era en que las pantallas nos estimulan a permanecer horas y horas mirando la vida de los demás, vale entender el papel de los ojos y cómo ellos se alían a una vida espiritual que puede ser bastante infantil. En cuanto a los cuidados que debemos tener con lo que vemos, en Salmos 119:37, somos alertados para desviar nuestros ojos de cosas que no tienen utilidad. Otro consejo está en Mateo 6:22-23: «La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande será la oscuridad!». Además de hacernos ver el mundo, los ojos también muestran algo sobre nosotras mismas todo el tiempo. Ver la verdad Hay mujeres a las que les gusta asumir el papel de víctimas y que alimentan el pensamiento de que a nadie le caen bien, eso hace que ellas se vean mal de afuera hacia adentro, al mismo tiempo, de adentro hacia afuera. Lo que nutres en tus pensamientos es lo que vas a cultivar para crecer todavía más. Si por un lado sabemos las consecuencias de los «malos ojos», también debemos reconocer la grandeza espiritual de mantener buenos ojos. Tener «buenos ojos» libera a la mujer de la carga de las comparaciones, de la costumbre de volver todo y a todos un problema, y del riesgo de solo ver el lado malo de las situaciones. El encuentro entre la misericordia y la verdad (Salmos 85:10) cambia la forma en que la mujer se mira y también a quien está a su alrededor. Quien conoce la Verdad, que es la Palabra de Dios, mantiene buenos ojos. Quien recibe la Verdad consigue ver su condición real y tiene una mirada más misericordiosa para el mundo. En otras palabras, quien conoce a Dios tiene compasión con los demás, en lugar de juzgar, le extiende la mano a quien lo necesita. Al final, es imposible que una persona conozca la Verdad sin mirarse a sí misma. Todo el que recibe la Verdad se mira a sí mismo. No hay cómo recibir la misericordia de Dios y continuar juzgando y teniendo malos ojos con las otras personas. Cuando nos miramos, asumimos nuestros errores, le pedimos perdón a Dios y también a las personas a las que lastimamos, que es algo muy importante para enfrentar el orgullo. Por el hecho de que te has visto a ti misma, tratas a las personas con la misericordia que alcanzaste por medio de la fe.

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