La fe que le agrada a Dios
Cuando Dios revela Su Voluntad, automáticamente Él nos da la condición para ejecutarla con discernimiento y con la fe sobrenatural que trae la respuesta. Así, Él se agrada de nosotros y revela aún más Su Voluntad. Pero sin el Espíritu Santo es imposible hacer la Voluntad de Dios, porque es Él quien la revela. Así sucedió con el Señor Jesús que, en todo momento, estaba haciendo la Voluntad del Padre, dejándose llevar y dirigir por el Espíritu Santo. Entonces, si quiere tener una vida diferente, tiene que escuchar la Voz del Padre eterno y obedecerlo. El Espíritu Santo no impone Su Voluntad. Él enseña y orienta, y si no lo obedecemos, cosechamos los frutos de esa desobediencia. Sin embargo, cuando obedecemos a Dios, andamos sobre el camino de la vida y, aunque enfrentemos problemas o dificultades, permaneceremos en él. El apóstol Pablo dice que el que planta y siembra en la carne obtendrá la muerte, pero el que siembra, obedece y se somete al Espíritu Santo cosechará vida eterna. Con la guía del Espíritu Santo, sabemos adónde vamos y lo que nos espera. Entonces, cuando obedecemos a Dios, los problemas no nos derriban. Estamos vivos por la misericordia y la gracia de Dios, pero tenemos que sacrificar nuestra carne y a nuestro propio ser cada día, hora, minuto y segundo.
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