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¿Entiendes o cuestionas las decisiones de Dios?

Por creerse merecedoras o ponerse en un pedestal, muchas personas quieren opinar sobre las decisiones de Dios.

¿Qué es lo que tenemos que ver tú, yo y todos, con las decisiones divinas? Absolutamente nada. Pero eso no es tan simple de entender. Te guste o no, la selección espiritual que hace Dios le compete solo a Él, y nuestras capacidades, habilidades, talentos o nuestro desenvolvimiento, muchas veces, poco importa para que Él tome sus decisiones. Es por esa razón que muchas personas se frustran: ellas no entienden las decisiones divinas. Hay quienes piensan, por ejemplo, que merecen asumir ciertas responsabilidades por el tiempo de experiencia en cierta función o por sus competencias y se colocan en un pedestal. Mientras que otras personas analizan las posibilidades y señalan cuales son sus preferencias, como si Dios fuera a consultarlas. Cuando las cosas no salen como ellas esperan, surge la decepción. En Salmos 105: 26-27 dice: «Envió a Moisés Su siervo, y a Aarón a quien había escogido. Estos hicieron las maravillas de Dios entre ellos, y prodigios en la tierra de Cam.» Dios escoge lo impredecible, como sucedió con Moisés. La Biblia cuenta que, después dl decreto egipcio que determinó que todos los bebés hebreos del sexo masculino deberían morir (Éxodo 1), Moisés fue dejado por su madre en la orilla del rio Nilo. Él fue rescatado por la hija del faraón y aunque creció en el palacio, «no era del palacio». Tanto es así que, al ver a un esclavo ser maltratado, Moisés terminó matando un egipcio. Moisés no era egipcio, pero tampoco era visto por sus pares como un hebreo nato, pues no había pasado por la esclavitud. Así, él no pertenecía a ningún lugar. Dios escogió un hombre que no era popular, que no tenía lugar en el mundo. Dios escogió a aquel que no tenía identidad, alguien con quien nadie se identificaba. Dios escogió lo impredecible, alguien a quien nadie escogería. ¿Con qué intención? Salomón, por ejemplo, fue uno de esos casos: Dios escogió justamente a él, el hijo de Betsabé —y no al primogénito de David, Amnón—, para suceder al rey. Pero seguramente Amnón sentía que merecía ser escogido para darle continuidad al reinado. Cuando piensas que mereces ser escogido(a) por Dios, no eres escogido(a) por Él. Dios escoge las cosas locas (1Corintios 1:27). Por eso, no tenemos que cuestionar las decisiones de Dios y pensar, por ejemplo, «¿por qué él(ella)?», nuestra cabecita es muy pequeña, no entiende las cosas de Dios, pero, entre mas profundizamos en Su Palabra, más entendemos la grandeza de cómo Él trabaja, lo apreciamos y reconocemos que no somos nada. Ahora, si te crees alguna cosa, no consigues entender la grandeza de Dios porque ya te crees grande. Y ahí, realmente, siempre será aquella persona que verá a los demás crecer y ser escogidos. Lo importante no es aparecer, sino servirlo. Muchas veces, por detrás de nuestros berrinches y opiniones solo están nuestras intenciones y, es más fácil y cómodo servirlas que renunciar a las corazonadas y satisfacer nuestras voluntades que aceptar las decisiones de Dios. ¿Cuál es tu caso? ¿Prefieres entregarte a las comodidades o confiar en el Altísimo?

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