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El sol, la luna y la verdad


Parece que el mundo está viviendo una mitomanía (compulsión por la mentira, contada de manera consciente e incontrolable) casi colectiva, difundida a través de narrativas creativas y que presentan argumentos capaces de convencer incluso a los más atentos. Y cuando estas mentiras son cuestionadas frente a los hechos, el discurso adquiere matices de ataques disfrazados de defensa, etiquetando la verdad como prejuicio, odio o odio de la libertad.

Pero el dicho popular que dice «no se puede tapar el sol con un dedo» es cierto. Aunque alguien venda sus propios ojos para no ver la verdad, esta le continuará incomodando. Y esa incomodidad casi siempre hace que la persona invente excusas para enmascarar el odio que siente por la verdad cruda y desnuda, y cualquiera que defienda la realidad es rechazado como un lunático.

Todos son libres de opinar lo que quieran sobre el mundo y sobre sí mismos, pero esto no significa que todas las personas están obligadas aceptar la ilusión que ha sido creada y a ignorar los hechos, especialmente cuando las mentiras abundan en las relaciones, en los lugares de trabajo, en la prestación de servicios, en las escuelas, en internet, e incluso en la prensa. Quienes crean estas farsas, las defienden y difunden sin ningún escrúpulo; parecen pensar que, en algún momento, las tinieblas prevalecerán y que las mentiras serán capaces de superar la verdad. Pero eso es una utopía.

El propio Señor Jesús anunció que «nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse.» (Lucas 12:2).  Después de todo, no importa cuán adornada sea la mentira, cuán lejos haya llegado o cuántos fragmentos de la verdad hayan sido distorsionados para su creación, es imposible demostrar una mentira. Por el contrario, cuando la situación aprieta, la mentira corre para esconderse en la oscuridad, pero inevitablemente el triunfo de la realidad y la honestidad se producen. Esto se debe a que la verdad siempre encuentra una manera de demostrar que es la única que permanece allí, firme y sólida, construida sobre hechos irrefutables y resistiendo el paso del tiempo, los ataques y cualquier intento fallido de ocultarla. Sea cual sea la situación, y aunque prefieran creer en la mentira, la verdad siempre saldrá a la luz.

Mientras las mentiras ciegan y atan, la verdad trae luz y libertad, como Jesús. Él se presentó como «La Verdad» e, incluso cuando intentaron difamar Sus acciones y enseñanzas, o cuando Lo acusaron, juzgaron y condenaron injustamente, Él permaneció firme, compartiendo verdad tras verdad, sin descanso, y también instruyó a Sus fieles seguidores a hacer lo mismo hasta Su regreso. La victoria de Jesús sobre los pecados de la humanidad y la muerte nos recuerda que la verdad también prevalecerá sobre cualquier mentira.

De hecho, ¿sabes qué tienen en común el sol, la luna y la verdad? Es imposible ocultarlos. De hecho, muchas veces la verdad surge de los propios labios de aquellos que se esforzaron tanto por crear las falacias. Solo es necesario observar, sopesar y reconocer los hechos para que, además de identificar el engaño y evitarlo, no se corra el riesgo de quedar fuera de la ciudad edificada por Jesús, ya que Apocalipsis 22:15 deja en claro que «quedará fuera todo aquel que ama y practica la mentira».

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