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El Reloj del Apocalipsis


¿Cuán cerca estamos de la medianoche? ¿O cuánto tiempo falta para finalizar el último capítulo de la humanidad? Algunos científicos hicieron un tipo de conteo del tiempo, para lo que ellos prevén como la autodestrucción del hombre en la Tierra. El razonamiento de estos especialistas (no religiosos) es ilustrado en un Reloj del Apocalipsis, un instrumento que mide el tiempo, por medio de acontecimientos, como: cambios sociales, climáticos, políticos y tecnológicos. Este grupo intenta alertar a las naciones sobre el poco tiempo que falta para que lleguemos al resultado final de la humanidad.

En la revista Bulletin of Atomic Scientists se publicó que estamos a 100 segundos del fin, es decir, a menos de dos minutos para la medianoche. Es claro que el Reloj del Apocalipsis es una metáfora. Pero, a través de él vemos que incluso las personas que no conocen o no creen en la Palabra de Dios, notan el momento crítico que el mundo enfrenta.

Entonces, ¿Cómo pueden los cristianos estar durmiendo frente a esta realidad imperante? ¿Cómo es posible que las personas que dicen ser de Dios estén perdiendo el tiempo con frivolidades? ¿Cómo puede alguien que sirve a Dios pensar en objetivos personales y vanidosos mientras el mundo necesita urgentemente el mensaje de la salvación?

Son muchas preguntas que no tienen respuestas plausibles. Pues cualquier argumento de un cristiano para justificar su tibieza espiritual no pasa de una excusa lamentable.

Si el Reloj del Apocalipsis de aquí es una alegoría, el reloj del cielo es real, y sus punteros marcan de forma exacta el poco tiempo que el mundo tiene para volver con el Todopoderoso. Ese tiempo debe usarse para el arrepentimiento, para una búsqueda sincera e intensa de comunión con el Altísimo.

Por lo tanto, el mayor problema que tenemos hoy no es la pandemia, el desempleo, la corrupción, la violencia, las injusticias… Pero, la poca sed de Dios; la incredulidad de los creyentes; la falta de temor de quien predica y no cree en lo que predica; la ignorancia de los que ven que está mal, pero aun así lo abrazan sin pensar en las consecuencias. Vamos a la raíz del problema, porque podar hojas y ramas, ¡no resuelven el mal generalizado en el mundo!

Por Núbia Siqueira

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