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El impacto del pecado y el arrepentimiento


El término pecado es registrado en las Santas Escrituras al menos 800 veces. Este revela la inclinación humana por las obras de la carne. Es la desobediencia voluntaria de la Palabra de Dios y la sumisión al diablo.

¿Cómo nace el pecado?

Todo pecado inicia en nuestra mente. Si dejamos que este permanezca, cada vez será más difícil expulsarlo. Es una semilla que se instala en el corazón y se fortalece con cosas que agradan a los ojos, puede nacer como un simple consejo de un amigo o familiar que nos lleva a cometer un gran error o de la curiosidad y de la codicia.

¿Acto involuntario? En el libro Pecado y Arrepentimiento, el obispo Edir Macedo compara al pecador con el hijo de un padre que lucha para criarlo y educarlo. Pero, cuando ese hijo crece, deja de honrar al padre para obedecer a su enemigo. Lo cual no tiene sentido. Muchas veces el pecador intenta justificarse afirmando que cayó en tentación, sin querer, o por no saber, lo cual no es cierto, pues el pecado involuntario no existe. La Biblia cita, en 1 Corintios 10:13, que nadie es tentado más allá de lo que pueda resistir.


“Pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.

La transformación Para liberarse del pecado, es necesario confesar y arrepentirse de este. El arrepentimiento transforma la vida de las personas. Sin embargo, es necesario diferenciar el arrepentimiento del remordimiento. Cuando una persona está arrepentida de verdad, nunca más cometerá el mismo error otras veces. Mientras el remordimiento crea un peso en la conciencia, el arrepentimiento implica cambios de carácter.

Las características del arrepentimiento son tres:

1.- Ver el pecado (asumir el propio error);

2.- Confesar el pecado (para que sea anulado);

3.- Detestar el pecado.

El Obispo alerta que la confesión de los pecados únicamente para Dios no es suficiente. “Es simple y fácil cometer pecados y más pecados y confesarlos a Dios, que, naturalmente, siempre perdona. El pecado confesado únicamente a Dios puede facilitar cometer otra vez el mismo pecado y otros más”. Para él, el pecador es perdonado por Dios, pero necesita pedirles perdón a las personas involucradas, para que el mal no tenga nada con qué acusarlo.

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