El corazón que alegra el corazón de Dios
Si anhelas una vida digna, recta, temerosa de Dios y que se desvía del mal, puedes alcanzarla, así como aconteció con Job. Él tenía todo lo bueno y lo mejor, era el hombre más rico de oriente, era respetado, estaba casado y tenía diez hijos. Sin embargo, la mayor riqueza de Job no eran los bienes materiales, sino su condición espiritual. Él era íntegro, recto, temeroso del Señor y se desviaba del mal. Esos elementos hacían de él un hombre perfecto a los ojos de Dios, pero Job no lo conocía. Job tenía miedo de perder lo que tenía, tanto que después dice: «Pues lo que temo viene sobre mí» (Job 3:25). Sin embargo, era un hombre de carácter y fue llevado para el fuego del Altar que lo quemó para que exhalara el perfume del Señor Jesucristo, que más tarde fue exhalado también por todos sus seguidores. Job fue destrozado y sufrió mucho, pero aun así mantuvo su rectitud. Dios le probó a satanás que, aunque alguien no Lo conozca, si tiene integridad y temor, Él lo guarda. Fue así que Dios se reveló para Job. Él tuvo el placer de conocer a Dios y, enseguida, Dios le restituyó todo. Aprendemos con Job que no precisamos sufrir ni ser quemados, solo necesitamos aprender a obedecer a Dios, probar nuestro carácter, nuestra fe y huir del mal. La mayor bendición que Job tuvo fue conocer a Dios, a quien apenas conocía de oídas, y esa misma experiencia Dios se la da a quien tiene un corazón perfecto con Él. Entonces, haz tu parte y Dios cambiara tu condición. Si tu alma es íntegra, recta, temerosa a Dios y te desvías del mal, puedes tener certeza de que serás guiado por Él para tener una vida abundante.
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