El asesino de 70 hermanos
Al cometer un error, el ser humano puede huir del juicio humano y de los tribunales terrenales. Vemos esto en la historia de Abimelec (Jueces 9), pues el rey falso no sufrió ninguna consecuencia inmediata por el asesinato de sus 70 hermanos o por el golpe que dio sobre el pueblo para reinar sobre Israel. ¡Por el contrario! Él vivió 3 años de buena vida, hasta que, de repente, la cuenta llegó y no pudo escapar del juicio divino. Es más, nunca es posible huir de la cosecha de nuestros propios actos. Dios ve todo, incluso juzga lo más profundo de su ser. Es decir, el Altísimo juzga más allá de los actos, pues mide los deseos, pensamientos y las intenciones. Por lo tanto, el culpable nunca será considerado inocente o el inocente, culpable. Entonces, aquellos que piensan que un día podrán engañar al Juez de toda la Tierra a causa de unas «buenas obras» aquí y allí, tendrán una gran sorpresa. Para librarse del juicio divino, no existe eso de tener un buen abogado, comprar la sentencia, el tráfico de influencias o amistad con el juez. Siento temor y temblor ante la severidad de Dios y de Su Tribunal. Mientras muchos prefieren fijarse solamente en Su amor y bondad, yo tomo como consejo lo que dijo el apóstol Pablo con respecto a los demás atributos divinos. Vea: «Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero para ti, bondad de Dios si permaneces en su bondad; de lo contrario también tú serás cortado.»(Romanos 11:22). ¿Qué es lo que esa realidad tan presente y tan certera del juicio de Dios debe crear en nuestra propia vida, dadas las muchas elecciones que tenemos que hacer todos los días? Solamente la práctica sincera de la fe en el Señor Jesús nos librará de la condenación en la eternidad. Por Núbia Siqueira
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