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El último día de vida


¿Cuánto tiempo más tendremos de vida en este mundo? ¿Una hora, un día, un mes? ¡Sería bueno vivir siempre recordando que la vida es breve! Recordar que somos frágiles, limitados y dependientes de Dios nos hace reflexionar mucho sobre nuestras elecciones diarias. En la Biblia, el tiempo de vida del ser humano se compara con un día, debido a lo rápido que pasa. Esta verdad se ilustra con una planta en el campo que florece verde, hermosa y vigorosa por la mañana, pero por la tarde se marchita y se seca, como dice: «Por la mañana florece y reverdece; al atardecer se marchita y se seca.» (Salmos 90:6). Así que aprendamos a meditar y considerar que en un abrir y cerrar de ojos, nuestro aliento de vida puede extinguirse. Esto significa que, tarde o temprano, estaremos delante del Señor Jesús para rendir cuentas de todo lo que hicimos o dejamos de hacer, de lo que dijimos o dejamos de decir… Seremos interrogados sobre todas las oportunidades que tuvimos, todas las instrucciones que recibimos, todo el bien que nos hicieron… Comprendiendo esto, Moisés pidió tener sabiduría para entender que todo, fuera bueno o malo, pasa rápido. Tan rápido que a veces ni siquiera nos damos cuenta. Por eso es necesario estar atento y consciente de la fugacidad de la vida. Así que, Señor, al igual que Moisés, también te pedimos: ¡enséñanos a contar nuestros días! No de manera aritmética, sino a vivir como si hoy mismo fuéramos a ir contigo. Porque pensar que hoy podría ser nuestro último día de vida elimina el deseo de desperdiciar el tiempo en frivolidades, en rencores, en problemas y muchas otras cosas que no tienen utilidad. Llévanos a reconsiderar cómo hemos tratado a las personas y qué tipo de sentimientos y pensamientos albergamos en nuestro interior. ¿Qué haría usted si esta fuera su última hora de vida? Por Núbia Siqueira

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